martes, 7 de julio de 2015

The Girl Groups- The best of the girl groups Vol. 1 y 2 (1990)



“Lo primero que voy a hacer es sacar esta música” dijeron mientras sonaba “My Guy” de Mary Wells. Lo que pensé en ese instante fue: «sacar ésta música para no poner música». Ese es el problema en Spotify: todos se creen que saben de música porque pueden cliquear y reproducir una lista de reggaeton. El incidente se dio en mí trabajo, yo les había hecho una caricia en los oídos y en especial al alma, pero nadie pareció notarlo, inclusive horas después escuche: “menos mal que cambiaron la música porque me estaba durmiendo”. Asumo el error, es mi culpa intentar darle a la gente más de lo que se merece. También está el hecho de que a la gran mayoría de la gente no le gusta la música. Si se le pregunta a una persona si le gusta la música, seguramente conteste sí. Al instante si se le repregunta qué es lo que le gusta, va a contestar cualquier cosa: la letra de la canción, el pelo del cantante, las tetas de la vocalista; nada que tenga la menor relación con la música.


Los dos volúmenes que compilan este puñado de imprescindibles canciones denominado “el limbo de la historia del rock”, corresponde al momento en el que los rockeros de los cincuenta desaparecieron, ya sea, porque estaban presos, haciendo el servicio militar, casándose con una prima o siendo absorbidos por le fe. Ese momento previo a que la invasión inglesa cambiara la música para siempre. En ese período aparecieron grupos de chicas (girl groups), salidas de las iglesias o de los patios de los liceos. Invadieron las radios con sus voces, sus melodías e instrumentación de alto vuelo, y por un rato regalaron sonrisas. El rasgo distintivo de los grupos era que estaban formados por mujeres negras, y si nos situamos en la época, fue épico lo que lograron estas chicas: entraron en las casas de los adolescentes blancos y les llenaron sus dormitorios de belleza. En el comienzo a muchos de estos grupos no les publicaban las fotos en las tapas de los discos, de manera que esas mujeres de color no pervirtieran y espantara a una audiencia carente de ídolos.

Este movimiento también fue integrador, porque es inentendible sin el edificio Brill, donde los compositores y músicos trabajaban en pequeñas oficinas cumpliendo horarios y escribiendo algunas de las canciones populares más hermosas. También están las historias miserables, porque los sellos y productores hacían su trabajo robándoles los derechos a las chicas que escribían sus propias canciones. En ese rubro brillaba el asesino de rubias (Phil Spector), que no solo era capaz de crear grandes obras de tres minutos con grandes orquestaciones en su ‘wall of sound’, sino que también contrataba grupos, les robaba las canciones y se la hacía grabar a algún otro grupo contratado. Las canciones salía editadas por un tercer grupo que no era el que había grabado la canción y los derechos de autor terminaban a nombre del asesino de rubias.

He invertido muchas horas en escuchar a estos grupos, en profundizar en el sonido perfecto, en canciones que combinan instrumentación rockera con orquestas de cuerdas y vientos, y en las que participaban entre veinte y treinta músicos. Tríos, cuartetos, quintetos, con una cantante principal y un colchón de voces que armonizaban detrás. En los grupos célebres y en los que solo grabaron un disco simple, me resulta complicado encontrar malas canciones; sí se puede volver algo repetitivo, porque en ocasiones se tomaba una melodía que había funcionado y se la variaba levemente para darle sus quince minutos a un grupo nuevo. Pero en estos dos discos no van a encontrar canciones malas, aburridas ni de relleno. Reúne a alguno de los más gloriosos grupos y algunas solistas que fueron incluidas dentro del movimiento.

Entre las solistas: escuchar a Betty Everett “The Shoop Shoop Song (It's In His Kiss)” es un placer, ésta mujer componía, producía y tocaba. Muchos deben conocer la versión de 1990 de Cher, que en sus comienzos también fue incluida dentro del movimiento. The Chiffons, The Dixie Cups, The Cookies con “Chains” (canción que integra ‘Please, please me’); The Shangri-Las, de los pocos grupos formados por chicas blancas; The Shirelles (particularmente mis favoritas), estás chicas fueron las primeras en llegar al número uno con “Will You Love Me Tomorrow”. Son una balada cálida, la perfección hecha música. En el momento del puente el arreglo de violines se conjuga a la perfección. Créanme, en ese momento se detiene el tiempo. Estos discos son la puerta perfecta de entrada para interiorizarse del sonido y buscar a otros grupos fundamentales como: Martha Reeves and The Vandellas, The Ronnettes (las protegidas del asesino de rubias), y las más populares Diana Ross and The Supremes (las únicas que eran capaces de desbancar a los Beatles del un número uno).

Incondicional del sonido, siempre me regalo algún momento de la semana para escuchar algunas de éstas canciones: el sonido de una época que hoy no suena en la radio y que está en la memoria general. Se hace imposible creer que pueda surgir algo semejante, puesto que no dejan de ser canciones “chiclosas” como el noventa por ciento de la música pop, pero con una clara diferencia en la intencionalidad. En aquel momento reinaban las mujeres, en la actualidad pasa algo parecido; pero comparen cualquier canción actual con “Tell Him” de The Exciters y en la primera escucha ya van a notar la diferencia, pues el pop actual te vuelve funcional a la estupidez.

Así que no sean tímidos, busquen estas canciones con cero prejuicio y deléitense con un momento irrepetible que influenció a gente tan diversa como The Beatles, Ramones y Amy Winehouse; ejemplos de lo que aquellos grupos de chicas y sus canciones provocaron. Iniciaron un movimiento que muy escondido repercute hasta hoy, hicieron grande a Motown antes que la propia Motown fuera grande. Peinados colmena, pasitos de baile, pestañas postizas y vestidos con brillos. Cosas que no tienen nada que ver con la música.

Si estos discos fueran algo, no tengo dudas que serían algo bien cursi: la sonrisa de la mujer amada.

Esteban

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