Comenzar la facultad con Leo fue
productivamente frustrante: los eternos viajes en el 145, las arduas esperas,
el olor a gas en La
Tablada como el último aroma antes de irse a dormir, los profesores petulantes
y decadentes, las borracheras, la lógica proposicional y esos “alias” que uno
conoce en el patio y suelen decir: “Te gusta A y B: entonces te tiene que
gustar C”. Nada de misterios, uno se acoda a la barra más amena y simplemente
espera la cofradía. Esa que llega con lo justo y necesario para cada uno:
falsas ilusiones, sentimientos correspondidos y una avalancha de
manifestaciones artísticas afines: “Te
gusta Alice in Chains y Screaming Trees: tenés que escuchar esto”. Un disco
de Mad Season aguardó en la mano de aquel cuyo nombre no recuerdo. « ¡Cómo
no!», fue mi intrínseca respuesta. Y así nacen esas amistades que se mantienen mientras uno tiene la necesidad de que le
suministren música y otro la necesidad de suministrarla. Esas amistades que
duran hasta que uno de los dos abandona la facultad o muere por sobredosis de apatía.
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Como una temporada de recolección de
hongos alucinógenos se define la formación de esta banda con características
noventeras por excelencia: integrantes de diferentes bandas del mainstream que se conocen en clínicas
de rehabilitación a las drogas, letras que hablan de las adicciones y problemas
personales, integrantes que mueren por la adicción a la heroína, truncos afanes
de crear nuevos estilos y una trayectoria disonante y extinta. Más allá de las
ambiciones de Mike Mccready (guitarrista) de retrotraer el grunge a las raíces
bluseras, todo pareció convertirse en un gran cliché de los noventa. Así como muchos comunicadores se referían
irónicamente a los músicos caídos de esa década como “la banda que se estaba
formando en el cielo”, Mad Season bien podría ser la banda que se formó en una
clínica de rehabilitación con su disco Above
como resultado de una terapia.
Abordando el material, primer y único
lanzado por la banda y que solo se accede luego de haber consumido una
considerable cantidad de discos de MTV, deduzco las claras intenciones de los
integrantes por crear una transgresión musical. Sin ser un virtuoso, Mccready
impregna gran parte del disco con una guitarra distorsionada y por momentos sorprende
con trillados solos influenciados por Hendrix. La obra es
un deleite o una curiosidad para los aficionados del grunge. Es la posibilidad
de escuchar a una banda que reúne a los mayores exponentes del género; pero sin
que dicha obra se capitalice en una transgresión musical como sus integrantes tal
vez desearon. Intenciones que claramente se pueden apreciar en el single “Long
Gone Day”, la canción más pretenciosa y seductora del disco, en donde el grunge
se acopla acertadamente al jazz y Mark Lanegan (vocalista de Screaming Trees)
contrasta su apocada voz con la desgarradora garganta de Layne Staley. En
“River Of Deceit” vuelve la balada grunge y la armonía vocal de Staley se ajusta
a la guitarra setentera de Pearl Jam convirtiéndose en una joyita para los
oídos que gustan de la generación. Cuando el disco llega a “All Alone”, la
ambientación sonora es adecuadísima y la letra de Staley se sustituye por
gritos que realzan la sensación de soledad.
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“All
Alone” se parece a un domingo de tarde caminando por las calles de mi barrio
entre las bolsas de basura y los comercios cerrados. Se parece a un paseo a la
casa de Leo para disfrutar de una charla sobre nuestro futuro académico y quién
tiene la vida más desgraciada. Por más que esos domingos hayan transcurrido
en el cuarto de Leo con Mad Season sonando de fondo, recuerdo que siempre
hubo un Layne Staley rellenando los vacíos, siendo la espalda con espalda, las
paralelas inetéreas de no sentir la brisa.
(…) en las palabras Layne Staley escritas sobre el polvo
acaecido
prevalecen los enigmas de
conciencias no alienadas:
trazos de nuestra apenada
infinitud
descifrando infancias
inducidas a la perpetua amenaza
en las palabras Layne Staley que estereotiparon
nuestros actos
se hizo eco una apología no
socializable
la posibilidad de
manifestarnos como un único yo
sin la necesidad pragmática
de serlo (…)
Si
este disco fuera una etapa de la vida, sería esa en la que con Leo quisimos
abandonar la facultad.
Santiago
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