lunes, 13 de abril de 2015

Mad Season - Above (1995)


Comenzar la facultad con Leo fue productivamente frustrante: los eternos viajes en el 145, las arduas esperas, el olor a gas en La Tablada como el último aroma antes de irse a dormir, los profesores petulantes y decadentes, las borracheras, la lógica proposicional y esos “alias” que uno conoce en el patio y suelen decir: “Te gusta A y B: entonces te tiene que gustar C”. Nada de misterios, uno se acoda a la barra más amena y simplemente espera la cofradía. Esa que llega con lo justo y necesario para cada uno: falsas ilusiones, sentimientos correspondidos y una avalancha de manifestaciones artísticas afines: “Te gusta Alice in Chains y Screaming Trees: tenés que escuchar esto”. Un disco de Mad Season aguardó en la mano de aquel cuyo nombre no recuerdo. « ¡Cómo no!», fue mi intrínseca respuesta. Y así nacen esas amistades que se mantienen mientras uno tiene la necesidad de que le suministren música y otro la necesidad de suministrarla. Esas amistades que duran hasta que uno de los dos abandona la facultad o muere por sobredosis de apatía.


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Como una temporada de recolección de hongos alucinógenos se define la formación de esta banda con características noventeras por excelencia: integrantes de diferentes bandas del mainstream que se conocen en clínicas de rehabilitación a las drogas, letras que hablan de las adicciones y problemas personales, integrantes que mueren por la adicción a la heroína, truncos afanes de crear nuevos estilos y una trayectoria disonante y extinta. Más allá de las ambiciones de Mike Mccready (guitarrista) de retrotraer el grunge a las raíces bluseras, todo pareció convertirse en un gran cliché de los noventa. Así como muchos comunicadores se referían irónicamente a los músicos caídos de esa década como “la banda que se estaba formando en el cielo”, Mad Season bien podría ser la banda que se formó en una clínica de rehabilitación con su disco Above como resultado de una  terapia.

Abordando el material, primer y único lanzado por la banda y que solo se accede luego de haber consumido una considerable cantidad de discos de MTV, deduzco las claras intenciones de los integrantes por crear una transgresión musical. Sin ser un virtuoso, Mccready impregna gran parte del disco con una guitarra distorsionada y por momentos sorprende con trillados solos influenciados por Hendrix. La obra es un deleite o una curiosidad para los aficionados del grunge. Es la posibilidad de escuchar a una banda que reúne a los mayores exponentes del género; pero sin que dicha obra se capitalice en una transgresión musical como sus integrantes tal vez desearon. Intenciones que claramente se pueden apreciar en el single “Long Gone Day”, la canción más pretenciosa y seductora del disco, en donde el grunge se acopla acertadamente al jazz y Mark Lanegan (vocalista de Screaming Trees) contrasta su apocada voz con la desgarradora garganta de Layne Staley. En “River Of Deceit” vuelve la balada grunge y la armonía vocal de Staley se ajusta a la guitarra setentera de Pearl Jam convirtiéndose en una joyita para los oídos que gustan de la generación. Cuando el disco llega a “All Alone”, la ambientación sonora es adecuadísima y la letra de Staley se sustituye por gritos que realzan la sensación de soledad.

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“All Alone” se parece a un domingo de tarde caminando por las calles de mi barrio entre las bolsas de basura y los comercios cerrados. Se parece a un paseo a la casa de Leo para disfrutar de una charla sobre nuestro futuro académico y quién tiene la vida más desgraciada. Por más que esos domingos hayan transcurrido en el cuarto de Leo con Mad Season sonando de fondo, recuerdo que siempre hubo un Layne Staley rellenando los vacíos, siendo la espalda con espalda, las paralelas inetéreas de no sentir la brisa.

(…) en las palabras Layne Staley escritas sobre el polvo acaecido
prevalecen los enigmas de conciencias no alienadas:
trazos de nuestra apenada infinitud
descifrando infancias inducidas a la perpetua amenaza

en las palabras Layne Staley que estereotiparon nuestros actos
se hizo eco una apología no socializable
la posibilidad de manifestarnos como un único yo
sin la necesidad pragmática de serlo (…)


Si este disco fuera una etapa de la vida, sería esa en la que con Leo quisimos abandonar la facultad.



Santiago

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