A Andy Spark nunca lo conocí, pero lo tuve en el MSN, que era mi única ventana al mundo exterior desde el cibercafé de poca luz y mucha mugre en el que invertía mi juventud a cambio de nada. Chateamos sobre música alguna vez, mientras me tiraba lances fallidos y en el fondo desinteresados, casi deportivos. También pasó música una vez que fui a Alexander con unos amigos a ver cómo las tortas se intentaban levantar a una del grupo. Ni la miraron en toda la noche pero me llevé unas cuantas imágenes llenas de brillantina, cuero sudado, cadenas, bocas fosforescentes y lunares negrísimos y con fecha de vencimiento.
Pero el archivo GIF de Andy que tengo grabado en el cerebro no es ninguno de ésos.