jueves, 15 de octubre de 2015

Andrés Calamaro - La lengua popular (2007)




¿La musa es una sola musa o es una serpiente de muchas cabezas? Es el tipo de preguntas que a uno lo agarran desprevenido, sin una opinión formada. Y es el primer verso de "Carnaval de Brasil", el mejor tema de Calamaro. Si la musa es una sola musa, la musa del Salmón (cómo fabricarse un apodo en una etapa tan tardía de su carrera, todo un talento) sería una mujer con dos problemilias psiquiátricos: alzheimer y trastorno bipolar. Alzheimer, porque la obra de Calamaro es una visita eterna y circular a tres o cuatro obsesiones, una órbita cuadrada o a lo sumo pentagonal con un limitadísimo número de palabras, de acordes, de volteretas melódicas (voy a exagerar: como si fuera una semilla, todo el código genético de su obra está en Buena suerte, primer disco de Los Rodríguez). Bipolar porque este adicto a la rima consonante puede saltar, en el limbo que separa dos tracks, de la balada paloma al vómito virulento, de quiero llevarte conmigo y no voy a ninguna parte lameme el orto. El polo femenino y el masculino. La cara Miguel Abuelo y la cara Norberto Napolitano. De nada sirve negar una parte: Calamaro es así, una serpiente de dos cabezas que comparten el mismo lenguaje callejero, directo, de frases cotidianas. La lengua popular.

Predecible es la cadena de acordes de "Los chicos", la canción que abre el disco con tarareos, guitarras semimuteadas, punk esotérico y una letra que no esconde el deseo de que la muerte física no sea un obstáculo para poder consumir drogas:


Si te toca ir arriba antes que yo

(porque existe la vida eterna)
llevá de parte mía un cucumelo
por si no llovía en el cielo.

Y de parte de los 22

se lo das al chico cuartetero

¿Guiño interno? ¿Los 12 apóstoles +10? "Los 22" es un tema inédito, uno de los tracks de un disco que Calamaro prometió sacar en 2002 y no sacó nada. La canción iba a ser una crónica poética de la masacre de Trelew, el 22 de agosto de 1972, cuando fusiles militares escupieron balas sobre militantes de izquierda peronista armada en una de las cárceles de máxima seguridad de la Patagonia, en la democracia quebrada que hubo antes de la dictadura argentina más rabiosa, la que empezó en 1976. Qué tendrán que ver esos militantes con el chico cuartetero -Rodrigo o Walter Olmos, no hay otros- es un misterio de la sinapsis que chispea debajo de esos rulos. Primer momento que me vuelve adicto: cuando se apagan las guitarras y dejan al bajo y a la batería solos con la voz, como cuando una reunión social se van todos a hacer un mandado menos tres, y esos tres sostienen la intensidad y cercanía de la charla en un triángulo nunca equilátero. "Supongo que habrá una ciudad entera", imagina Calamaro, porque el rock es imposible sin calles, callejones, bares. 


El disco sigue con "Carnaval de Brasil", el segundo tema y ahí se termina; hay diez canciones después, pero no son más que una inercia. Diría que con "Carnaval de Brasil" se termina la carrera de Calamaro y empieza otra cosa, una sobrevida como las ciudades del más allá, incapaces de derrumbarse, como todo lo eterno. Calamaro compuso esa canción, se murió y siguió caminando, como un zombi en formol. Y ni siquiera es una canción 100% buena.


¿La musa es una sola musa o es una serpiente de muchas cabezas?, pregunta el cantante, que pronuncia la a de cabezas con un sonido híbrido con la o, aristocrático, como haciéndose el coso. ¿Si la musa es una sola? Yo qué sé, Calamaro. En general, el artista no pregunta al público sobre la inspiración, sino que se aprovecha de ella para crear o habla en su nombre para responder preguntas de periodistas. Después de esa frase hay relleno: algo de tentar a la musa con cerveza, algo de un poeta malhablado. Cosas que no importan. Pero después viene el estribillo, dos estrofas perfectas. Las dos manos de una ciclovía poética que corta el tránsito del rock argentino. La fibra de corazón de dragón que le sirve de núcleo a la varita del Salmón. Las musas:


no son mujeres ausentes

no son cuchillos en los dientes
no son martes de carnaval de Brasil

las musas no son 

canciones urgentes
no son asuntos pendientes
no son martes de carnaval de Brasil
(tristeza não tem fim)

Y yo me imagino esto: hay un programa de entretenimiento. Un magazine de esos que se derraman durante demasiadas horas de una tarde de sábado. La que entrevista a Calamaro es elegante, boluda y preferentemente rubia. Tiene alguna operación o al menos planes detallados para hacerse. Están sentados en un sillón demasiado rojo, y de fondo hay una de esas ventanas de utilería. Se nota que no es de verdad; la ciudad que se sugiere que está del otro lado del vidrio es demasiado nítida, los ángulos de los edificios son rectos y vectoriales. Hay algo que no vibra y es esa mala onda, ese residuo psíquico que suda el cemento cuando tiene gente adentro. En su muerte de cuatro tintas, la ciudad chata refleja el brillo que se le escapó a un iluminador descuidado. El público sabe que no es una ventana de verdad pero nadie, ni una persona de las que mandan SMSs con saluditos y el programa está buenísimo se queja del engaño impreso (the plotted plot). La conductora lo sabe y sabe que el espectador lo sabe, y el espectador sabe todo. Hay un acuerdo no dicho sobre hacer como si nada, un trato no llega a ser engaño. En fin: la conductora del programa le pregunta a Calamaro si escribió tal canción triste porque estaba triste por una ruptura amorosa, o si el arteh es una forma de resolver tensiones personales. Y no. Las musas no son. Con un sólo estribillo y de un manotazo, Calamaro espanta y disipa las ideas románticas que revolotean alrededor del concepto de creación de una obra. No sé qué es el arte -dice El Salmón- pero eso no es. No es catarsis, no es sacar afuera el tesorito interior, no es siquiera una necesidad. 


Cómo seguir después de eso. Bueno, con "5 minutos más" (muy anterior a lo de Lucas Sugo). La base es programada y coquetea con el reguetón. La bipolaridad aparece condensada en un verso del estribillo, que empieza original y termina cliché: "Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón / y sólo late / sólo late por los dos". ¿Qué necesidad? Bueno, de otra forma no sería Calamaro. Otro ejemplo es un guiño fonético que sólo puedo representar así: 


De este lado tengo el corazón

                                  cierra
mi sierra eléctrica no          los feriados
                                  sierra

Hablando de lamer ortos: "Besar tu flor inmediata / besarte atrás y adelante", dice el tema más paloma del disco, "Soy tuyo", con la sutileza de un piropo callejero de Héctor Perry. Después suena "Mi gin tonic", mi dos en el ránking de La lengua popular. La música es meh, pero me gustan algunas frases: "Muerdo el limón de un gin tonic usado", "hay días sospechosamente light". No son ideas brillantes pero usan dos recursos que asocio con la buena microescritura y, por lo tanto, con una forma de inteligencia. La primera es adjetivar un sustantivo con palabras que el sentido común no asocia. "Usado" puede ser un pantalón (un vaquero, un jean, un gin), no un trago. Desviarse del adjetivo "natural" no hace otra cosa que reforzar su sentido (hace poco, en esos días de invierno en que Montevideo ofrece todo para hacer, Anita me dijo "la ciudad está atareada"). Una sustitución, digamos. La otra forma de inteligencia de escritura que me agrada es la del tipo "sospechosamente light". Tiene que ver también con lo inesperado: cuando un adverbio se une a un adjetivo y lo potencia hacia otra dirección más que apuntalarlo hacia la misma. Un ejemplo que leí hace poco: "perfectamente afinado" redunda. "Sospechosamente light" complejiza. Y tiene, además, al Calamaro nihilista, desconfiado de la falta de problemas. La cabeza venenosa.


Incluso en su faceta destructiva, Calamaro es de todas formas un conservador, armónicamente hablando. Pero aún dentro de recursos cuadrados pueden aparecer líneas interesantes. Ejemplo: el estribillo de "Carnaval de Brasil", con una guitarra que toca una sola nota, La (a dos octavas y con mano derecha funky) mientras los acordes van cambiando, y en cada uno de ellos cobra un significado diferente, como uno de esos cristales que cuando reciben luz de distintos lados devuelven colores distintos. Sobre el La mayor, la nota es dominante, una bandera clavada en su propio territorio. Cuando aparece el Mi mayor es una nota incómoda pero no desubicada, un intervalo que "debería" ser pasajero pero se queda durante un compás como un invitado que no se dio cuenta de que los anfitriones se quieren dormir; una cuarta en un acorde sin cuarta, que suspende la armonía en el aire, que la empuja a esperar lo que viene. En el Fa sostenido menor, ese La es una nota amigable y triste, una espina que calza perfecto en una herida que ya existía de antes. En el Re, es un pilar firme, indiscutible, las tortugas que sostienen al elefante que sostiene al mundo.


Siguen pasando los temas: "Comedor piquetero" (un intento demorado de canción con conciencia social, como si La argentinidad al palo de Bersuit Vergarabat no hubiese sido el disco definitivo de la crisis argentina), "La espuma de las orillas" (otra mezcla de originalidad y cliché: "a contramano de la resaca del carnaval" y enseguida "ya no tengo espinas clavadas en el corazón"), "Sexy y barrigón" (una canción de casi un sólo acorde sobre aceptar las consecuencias de décadas sedentarias). Y otros temas olvidables, al menos hasta la preciosa "La mitad del amor". Un chiste demasiado estirado de juego de palabras sobre una base que suena a Café Tacuba. 


Voy a tomar unos apuntes

voy a tomar para olvidar
voy a tomar unas medidas urgentes

Voy a tomarme hasta el pelo

mi pelo, por favor
con mucho hielo

Un estribillo que, de hecho, le toma el pelo al mismo Calamaro y sus rimas fáciles. Las guitarras van apareciendo de a una hasta que llenan todo el espacio y dan paso a un estribillo de veterano retrospectivo...


Parte de mí no cambió

y a la vez
ya no soy el viejo Andrés 
que no dormía jamás

...que sube de tono como tres veces y termina con un coro de épica futbolera. Y se termina todo con "Mi Cobain (Superjoint)", que suena a excusa larga para vomitar imágenes "serpientes en almíbar", "Argentina, te dieron anfetas de propina", "estoy entrenando en la grande muralla cochina".


El disco llega a su fin, pero la tristeza o. Qué temazo "Carnaval de Brasil" (además de tener un video precioso). El disco sería ideal si apareciera canción de por medio, como un no tan oculto bonus track. ¿Qué cosa más chata, más freno después del impulso que un martes de carnaval de Brasil, que no ofrece ni la posibilidad de quejarse de la resaca de un lunes?


Si este disco fuera una canción de este disco, sería "Carnaval de Brasil". Obvio.

Federico de los Santos

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